No es estrictamente obligatorio que para vestir bien, haya que gastar un dineral o ser víctima de innumerables influencias visuales o de cualquier índole.
Que encontremos nuestro propio estilo y resaltemos la mejor parte de nuestra figura tiene sus truquitos como cualquier otro menester.
Nuestra indumentaria es nuestro escaparate y con ella manifestamos estados de ánimo, formas de pensar, etc. Formas de manifestarnos en definitiva y que pueden jugarnos una mala pasada dependiendo de la imagen que demos en ocasiones concretas: buscar trabajo, fiestas...
Primero hay que tener bien claro que lo importante no es vestir a la última, sino tener un propio estilo que sepa adaptar los distintos looks que propone la moda al cuerpo de cada una.
Para poder elegir las prendas que mejor nos sienten debemos tener en cuenta la contextura física, qué queremos resaltar y qué disimular. Por ejemplo, vestir ropa ajustada de cadera para una celulitis notable no es una solución aceptable. Por el contrario llevar ropa que la disimule con cierto vuelo, nos trasmitirá una mejor sensación. Las mujeres delgadas tienen la suerte de poder vestir prendas ceñidas al cuerpo o llamativas; mientras que las voluptuosas pueden llevar prendas entalladas pero no muy ajustadas al cuerpo y en colores neutros.
En cambio, todas podemos sumar a la ropa algunos detalles que hagan hincapié en aquello que deseamos todos vean: desde algunos accesorios como collares y aretes, un buen maquillaje para resaltar la mirada o los labios, o un peinado llamativo (los peinados altos ayudan a alargar la estatura, mientras que los sombreros producen el efecto contrario).
Hay que aprender a destacar esas partes del cuerpo que más nos gustan de nosotras, como los ojos (si los tienes de un color llamativo, resultará una muy buena idea utilizar alguna prenda del mismo tono para resaltarlos) o el cabello, el cual se puede destacar llevando alguna prenda del mismo color que éste.
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